Foto: Tomada de la web
REBELIONES POPULARES EN AMÉRICA LATINA: COLOMBIA
Lima, 4 de diciembre 2019
Introducción
América Latina y el Caribe viven un momento sumamente inestable, con rebeliones populares y procesos de restauración conservadora que evidencian una profunda crisis política. Para analizar esta coyuntura por la que transita el continente, desde el Espacio Nuestro Sur, el Grupo de Trabajo de CLACSO “Estados en disputa” y la Revista Ojo Zurdo, organizamos en Lima (Perú) un conversatorio en el que Alexander Gamba (Universidad de Santo Tomás, Colombia), Victoria Darling (Universidad de Integración Latinoamericana, Brasil), Santiago Ortíz (FLACSO, Ecuador), Mayarí Castillo (Universidad Mayor, Chile), Anahí Durand (Universidad Mayor de San Marcos, Perú) y Hernán Ouviña (Universidad de Buenos Aires, Argentina), compartieron su mirada acerca de este convulsionado contexto regional. Lo que sigue es la transcripción de sus respectivas intervenciones.[2]
El Paro nacional y la crisis del uribismo en Colombia
Voy a referirme a la situación colombiana planteando dos tesis interrelacionadas: el levantamiento popular y ciudadano del llamado Paro Nacional y la crisis de la hegemonía del uribismo.
La primera tesis es que el 21 N (21 de noviembre) o paro Nacional es un punto de llegada de una serie movilizaciones sociales enmarcadas en el ciclo de protestas fruto del proceso de paz. Este es un Paro organizado inicialmente por las estructuras organizativas de Colombia más emblemáticas de los años 70, 80 y 90 como son las centrales obreras, el movimiento indígena y el movimiento estudiantil, pero la movilización ha desbordado a sus organizadores y hoy congrega a estas estructuras, pero sobre todo a la ciudadanía de las grandes ciudades que en su gran mayoría no responde a estructuras organizativas. El 21 N empieza con la convocatoria de las estructuras ya mencionadas, con tres ejes principales: primero contra la reforma tributaria y un paquete de reformas de corte neoliberal en pensiones y laboral que había anunciado los centros de pensamiento cercanos al gobierno; segundo, contra el incremento de la violencia política en regiones que fueron muy golpeadas por el conflicto armado como el Cauca y el Catatumbo, expresada en el asesinato de centenares de líderes sociales después de la firma de acuerdo de paz; y tercero ante el incumplimiento del acuerdo de paz ya mencionado.
Este Paro, que se pensaba inicialmente como una movilización de gran envergadura, pero en la línea de los paros obreros, indígenas y estudiantiles, cobró una gran relevancia en el contexto de los levantamientos en Ecuador y Chile y esto generó un efecto de contagio en el que muchos sectores se unieron a la movilización, haciendo que la jornada del 21 N sea considerada la más numerosa de Colombia en más de cuarenta años. A ello siguió algo inédito, como es este proceso de movilización permanente que hasta hoy no cesa y que se expresa en cacerolazos, asambleas barriales, marchas en las principales ciudades, y un apoyo masivo de la opinión pública que según las grandes encuestadoras oscila entre 60 al 70%.
El 21 N se enmarca en el ciclo de protesta del contexto del Acuerdo de Paz. Desde que empezó el proceso de paz en Colombia con las FARC entre el 2012 a 2016, se reactivaron de manera exponencial las movilizaciones sociales, y se dieron importantes protestas entre las que cabe destacar el Paro Nacional Agrario (agosto-septiembre de 2013) las movilizaciones en defensa de acuerdo de paz (octubre de 2016), el Paro del Pacífico (mayo-junio de 2017) el Paro Nacional Universitario (octubre-diciembre de 2018) y la Minga Indígena ( Marzo-abril de 2019).
Según el investigador Mauricio Archila, estamos ante el mayor ciclo de protestas sociales desde la década de 1970. Los acuerdos de paz desbloquearon políticamente al país, pues desde la década de 1980, los ejes de lo nacional se concentraron en los debates sobre el conflicto armado. Si bien los acuerdos de paz no han logrado implementarse y pasan por una crisis, el desmonte de un discurso de guerra que articulaba la agenda nacional hacía muy difícil la emergencia de las expresiones de la protesta social, que se presentaban en el país de manera muy fragmentada; el Acuerdo de paz posibilitó ampliar estas agendas y que emergieran las voces, pero sobre todo la posibilidad de construir agendas comunas y no solo sectoriales o regionales.
Sobre la segunda tesis creo que estamos ante un resquebrajamiento de la hegemonía uribista en Colombia. Esa hegemonía consistía fundamentalmente en ofrecer a la ciudadanía colombiana seguridad y estabilidad macroeconómica a cambio de sacrificar elementos como derechos sociales, democracia y paz dialogada. Tenemos una Constitución Política (1991) muy progresista en muchas cosas, pero un modelo neoliberal que no se toca y ello surge a través del autoritarismo originado por la guerra, la guerra como una mediación social y política de la sociedad colombiana, una guerra que se desarrolló en las periferias del país, pero que durante mucho tiempo orientó a los sectores urbanos hacia la derecha. El ciclo Uribista se está descomponiendo por varios elementos, el primero es que luego de tres décadas, todos los movimientos sociales de Colombia concuerdan en que la única salida a la guerra era negociar el conflicto y esto se logra con Juan Manuel Santos que firma la paz, y esa paz es fruto de una lucha social popular y una agenda única política-social. Sin embargo, durante el gobierno de Santos hubo una permanente tensión entre las nuevas burguesías lumpenizadas, como la que representa Uribe, y una burguesía más modernizadora; en ese intersticio, hay una unidad estratégica entre sectores de la izquierda y Santos para sacar adelante la paz. El proceso de paz logra desmontar el conflicto armado a nivel nacional, por lo que, si bien quedan muchos sitios de violencia, éstos ya son más bien focalizados.
Los sectores pro paz pierden las elecciones del 2018, aun siendo mayoría, porque quien los empieza a dirigir ya no son los neoliberales, si no la izquierda, encabezada por Gustavo Petro, que logra articular todas estas luchas de estudiantes, indígenas, afros en un proyecto que no acaba de nacer llamado Colombia Humana, donde muchos lo acompañamos. ¿Por qué se pierden las elecciones? Por qué las élites liberales y del centro no quisieron apoyar a Petro. El triunfo de Duque fue un recurso desesperado del sector de las élites de buscar una cara joven, renovada, pero que no tenía ni la habilidad de Santos ni el carisma de Uribe, incapaz de liderar en un régimen presidencialista donde el presidente es una autoridad muy importante para la construcción del poder; eso fue un error muy costoso para ellos. En este momento sectores importantes de las élites están profundamente fragmentados, divididos, aunque siguen unidos en defensa del modelo económico.
En el marco de este agotamiento emerge este Paro que es un hito, primero porque se están movilizando los que siempre se movilizan, pero sobre todo los que nunca se movilizaban. Segundo, la movilización ya no es sólo un medio específico para un fin concreto como tumbar la ley x, sino como una expresión, un espacio de movilización, son marchas gigantescas, llevamos dos semanas con una renovación de repertorios y un estado permanente de movilización. Por eso creo que estamos llegando a una crisis profunda del uribismo como proyecto hegemónico. La base de su discurso que fue hegemónico en Colombia durante dos décadas era el miedo, este relato está en crisis, al uribismo ya no le cree la mayoría de la población, no se creen la idea de unirse contra un enemigo común para salvar la patria, y hoy sólo lo acompaña cerca del 30 % de la población, cuando en su mejor momento llegó a tener el 80 % de apoyo.
Para concluir: las grandes movilizaciones del paro nacional son el resultado político más importante del Acuerdo de paz: el desmonte de movilizar los miedos a través del odio contra un enemigo en la sombra. Ido este “fantasma” la población está enfrentando los problemas más cotidianos de la sociedad: el desempleo, la desigualdad social, la represión estatal y el desgobierno de las elites gobernantes.
Notas:
[1] El autor es Doctor en Ciencias Sociales, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, Profesor de la Universidad Santo Tomas y Presidente de la Asociación Colombiana de Sociología.
[2] Edición: Ojo Zurdo, Lima Perú (Ver aquí)